En Chile, la industria de la construcción enfrenta un desafío estructural que va más allá del costo y los plazos: el agua. Levantar un edificio de viviendas o una infraestructura pública requiere materiales, energía y una importante cantidad de agua, que muchas veces es subestimada en las estimaciones iniciales.

Para una vivienda de 100 m², el consumo hídrico total puede superar los 130.000 litros durante todo el proceso constructivo. Esta cifra se multiplica en el caso de edificaciones en altura, donde el volumen de hormigón utilizado —y por ende, el agua necesaria para mezclas, curado, limpieza y control de polvo— aumenta de forma significativa.

A nivel de fabricación, materiales como el cemento, ladrillo o yeso concentran un alto consumo de agua en sus cadenas productivas. Por ejemplo, producir una tonelada de cemento requiere cerca de 1.500 litros de agua. A esto se suma el uso en obra, donde una sola losa de gran superficie puede consumir varios miles de litros solo en el proceso de curado.

Este escenario se agrava en un país con 156 comunas declaradas en escasez hídrica y con zonas donde el déficit de precipitaciones ya es estructural. La sequía que afecta a Chile desde hace más de una década no solo tensiona el abastecimiento para consumo humano, agrícola o industrial: también interpela directamente a la forma en que proyectamos y construimos nuestras ciudades.

El cambio climático intensifica esta presión. El aumento de las temperaturas, la reducción de la nieve acumulada en la cordillera y la menor disponibilidad de agua superficial han generado una urgencia técnica: cada edificio debe considerar el agua como una variable crítica desde su etapa de diseño.

Las respuestas del sector comienzan a tomar forma:

– Optimización de hormigones con menor relación agua/cemento.

– Incorporación de tecnologías de recirculación en faenas urbanas.

– Acelerantes de fraguado que disminuyen consumo hídrico en obra gruesa.

– Criterios de eficiencia hídrica integrados al anteproyecto y al EETT.

Como señala Roberto Luna G. , gerente general de CIPYCS : “Si una empresa sabe cuánto cuesta el acero que compra, también debe saber cuánta agua está usando y cómo optimizarla. Hoy no se trata solo de cumplir con normas, sino de hacer una gestión técnica del recurso desde el diseño”.

La gestión del recurso hídrico es una dimensión estructural de la sostenibilidad urbana. Medir, reducir y gestionar el uso del agua ya no es una opción, es parte del estándar técnico que debe guiar la edificación responsable en tiempos de crisis climática.